... o dos

sábado, 21 de mayo de 2022

Y adiós, Yin.

Decíamos ayer...

Hace cuatro años y medio, nos daban la noticia de que Yin sufría una enfermedad cuyo tratamiento aportaba una esperanza de vida media de unos tres años. Durante cuatro años, su calidad de vida ha sido extremadamente buena, al punto que nadie diría de él que estuviera enfermo.

Hace casi un año tuvo un bajón apreciable, con un incremento de cacas diarreicas y una pérdida severa de peso. Tras unos cuantos análisis, resultó estar infestadito de gyardias. Tras el tratamiento, parecían haber aparecido, pero empezó un declive más o menos lento. Hacia junio, esas deposiciones seguían líquidas (en principio, sin gyardias), y la conclusión fue que el clorambucilo no estaba funcionando ya y que era momento de pasar a una quimio de rescate, la lomustina. El problema con ella es que podía afectar severamente a su función hepática, así que había que ir con muchísimo cuidado. El bajo peso (alrededor de tres kilos y medio para un bicho que solía pesar unos seis en su época lozana) también suponía un problema, ya que por debajo de ese peso no se podría aplicar.

Con todo, nos liamos la manta a la cabeza (la alternativa era dejar que el cáncer siguiera su curso) y empezamos con la lomustina. Tuvimos que habilitar un tercer arenero, ya que las diarreas de Yin continuaban siendo bastante tremendas (e incluso explosivas, manchándose a menudo la cola, y provocando que los areneros estuvieran tan sucios que Yang se meara en nuestras camas como queja). Que tuviera diarrea era incómodo pero no demasiado preocupante; cuando le empezamos a dar la medicación contra las gyardias, Yin perdió el apetito. Y eso, en un gato cuyo apellido era "voraz", sí era preocupante, hasta el punto de vernos en el absurdo de estar ofreciéndole todo tipo de manjares (carnes, pescados, latas de atún) y hasta estimulantes del apetito y un sinfín de pruebas de comida húmeda y salsas saborizantes y otras historias.  A Yin, que apenas unas semanas antes nos habría arrancado esa comida de nuestras frías manos muertas.

En fin... de alguna forma, tras unas semanas que se nos antojaron eternas (el hecho de que hiciera amagos de probar tantas cosas distintas le provocó aún más diarreas, algunas tan explosivas que le asaltaban sin darle tiempo de llegar al arenero, con aullido incorporado de susto por su parte), el apetito se le empezó a normalizar, pero no así las cacas, que seguían pastosas y amarillentas. En noviembre, la situación era que en el veterinario nos preguntaron si no iba siendo hora de tomar una decisión, y decidimos revisar, antes de tomarla, que no fuera asunto de nuevo de las gyardias, llevándoles una muestra. Y... sí, era. De nuevo infestadito. El pobre debía de llevar meses arrastrándolas otra vez por una reinfección (son unos bichos que, en condiciones de inmunidad normales, no suponen mayor problema, pero que cuando pillan a alguien bajo de defensas, son bien difíciles de erradicar). De nuevo toda la ropa/mantas/fundas/etc. de la casa tuvieron que pasar por lavados a alta temperatura y desinfectantes (descubrimos una lavandería cerca de casa que nos facilitó el apuro), y el pobre Yin pasó de nuevo por antibióticos, estando ya con una pinta tan cadavérica que, cada lunes, mi previsión era que no iba a llegar al fin de semana. Por contra, Marta insistía en que iba a llegar a Semana Santa al menos. Ya no podíamos aplicarle siquiera la lomustina por falta de peso, así que volvimos al clorambucilo, del que nos quedaban algunas pastillas. Lo mimamos sin mesura, lo duchamos más de lo que le habría gustado cada vez que se embadurnaba en caca, sufríamos cada vez que le limpiábamos el culete para dejarlo limpio y lo notábamos irritadísimo (fácilmente iba siete u ocho veces al día haciendo cacas líquidas cada vez que comía alguna cosa, a los pocos minutos de comerla), y también probamos a ponerle algo de suero fisiológico por la deshidratación tremenda que llevaba a cuestas, aprovechando que lo teníamos para ponérselo a Yang por su insuficiencia renal crónica que le diagnosticaron por las mismas fechas (tenemos pendiente escribir también del tema, vaya años de no parar...).

Me alegré mucho de que ella tuviera razón, y no yo, y Yin aguantaba semana tras semana. Lo primero que le decía al verlo en el sofá cada mañana es "Buenos días, Yin, ¿cómo estás hoy? Además de vivo, claro". Se acostumbró a estar a medias entre el sofá (que teníamos acondicionado para cambiar rápidamente el sitio donde pudiera haberlo embadurnado todo de diarrea al salir del arenero) y una de las tronas de los peques en la cocina, donde estaba la mayor parte del tiempo haciendo de sistema de alarma antiintrusos: en cuanto alguien osaba poner los pies en la cocina, sus ojazos amarillos se disparaban junto con su gruñido clásico horripilante de "¿Quién osa interrumpir mi descanso eterno? Dame comida o muere". Por cierto, que durante este episodio nos dimos cuenta de que había perdido un montón de dientes delanteros sin que nos hubiéramos dado cuenta (a pesar de verle la boca noche tras noche al darle su pastilla de prednicortona). Teníamos a todo un desdentao.

Por Semana Santa, de hecho, algunas de las cacas empezaban a presentar un aspecto menos pastoso, e incluso hace unas semanas alguna tenía la consistencia que no habíamos visto en casi un año. Dejé de augurar que no terminaba la semana, y parecía que iba a poder resistir siendo el espíritu de la aceituna, un hueso andante, sine die.

Sin embargo, el fin de semana pasado algo pareció romperse definitivamente. De un día para otro, Yin empezó a dejar de comer, de nuevo. Ya no se interesaba por su chuche, ni por nada con lo que volvíamos a intentar tentarle. Y eso, con Yin, es mucho decir. A diferencia de la última vez, en la que mantenía una actitud vital por todo lo demás normal, esta vez lo veíamos tirándose en lugares donde no solía hacerlo, incómodo, con maullidos lastimeros. Le dimos medicación para el dolor por si tuviera alguna molestia, pero la situación no mejoraba en absoluto. Las cacas habían pasado a ser inexistentes y, si acaso, algún charco que encima era negruzco, denotando una más que probable hemorragia.

Así que, imaginando que esta vez "iba de verdad", el pasado miércoles lo llevamos al veterinario para una revisión por si las moscas. Allí nos dijeron que, básicamente, el hígado estaba bien. Pero, todo lo demás, no: hematocrito por los suelos indicando esa probable hemorragia, niveles de proteínas por los suelos, el linfoma siguiendo a su bola, los riñones fallándole, el páncreas inflamado... Con ese percal, en el que cualquier acercamiento para mejorar algunos de los problemas solo podía ser a costa de empeorar los otros, decidimos con todo nuestro dolor que hasta aquí podíamos jugar. Yin ya no podría disfrutar de una calidad de vida mínima y no tenía sentido prolongarle una agonía. Nos despedimos de él, dándole las gracias por todas las trastadas con las que amenizaba y amenazaba nuestras vidas, y lo dejamos dormidito para que lo eutanasiaran.

Esta entrada, con la que a él a buen seguro le gustaría que fuera recordado, se escribió hace seis años. En ese tiempo tuvo ídem de elucubrar nuevas torturas, como robarnos merluza mientras se estaba cocinando, arramblar de nuestros platos toneladas de comida mientras no mirábamos (y beber de nuestros vasos), destruir la bolsa de plástico que sobresalía de la basura, para posteriormente tumbarla, abrirla y esparcir su contenido por el suelo en busca de sus manjares...

Nos deja recuerdos imborrables, como la vez que nos fuimos de viaje un par de días cuando empezaba con lo de las gyardias y se nos quedó encerrado en el armario de la ropa sin darnos cuenta (pobrecito mío). Pero, sobre todo, pese a haber sido un digno gato de Satanás, nos acordaremos de su temperamento supersociable con gatos y humanos y de que siempre recibía los mimitos y juegos de buen agrado. Bueno, Marta me dice que los mimitos de ella, no.

La casa se ha quedado muy silenciosa y la cocina totalmente vacía sin él. Es raro no saber qué hacer con los platos después de comer (los solía limpiar a conciencia) y no estar todo el tiempo penando por no dejar la comida hecha o por hacer sin atención durante más de diez segundos.

Yang ha ganado el Premio y por fin podrá ser la gata única que siempre quiso ser, todo el tiempo que aguante, que esperamos que sea muchísimo.

Hasta siempre, Yin. Como tú dirías con tu grotesco maullido, "gracias por el pescado que os acabo de robar".

Yin


viernes, 11 de diciembre de 2020

Adiós, Blanca...

Supongo que el 2020 nos ha alcanzado.

Ha sido un mazazo inesperado, pero Blanca ya está al otro lado del arcoiris. Hace unas semanas empezó con algunos vómitos, y durante su vacunación rutinaria el veterinario apreció una deshidratación para la que nos pidió más pruebas. En la ecografía apareció una inflamación preocupante en el intestino, además de indicios de un comienzo de problemas de riñón, y nos decantamos por hacerle una biopsia. Se la llevaron a cabo ayer, y todo parecía ir bien (incluso comió un poco durante la noche), pero esta mañana al despertarnos la hemos encontrado en un estado prácticamente catatónico, y se ha quedado finalmente en las manos de Marta.

Era la más jovencita de nuestra pequeña manada, que recogíamos con apenas dos meses un verano allá por 2011 en La Vall d'Uixó. Una gatita de lo más peculiar, que para mí siempre fue y será la gatita más guapa del mundo, con su morrito afilado y su pelo sedoso. Asustadiza y arisca con humanos y algunos gatos, esta bicheja se ganó nuestro corazón pronto, a pesar de mordernos cables demasiado a menudo.

No sé si Yin, a quien siempre iba pegada, la echará de menos (Yang probablemente no), pero nosotros ya la estamos echando mucho en falta.

Gracias por estos años de compañía y cariños aceptados a regañadientes, Blanquita. O, como dirías tú, "agurrumiau".



sábado, 16 de mayo de 2020

Yin sigue teniendo un linfoma


Más de dos años después, Yin sigue teniendo un linfoma. Nuestros peques felinos siguen felices y adaptados a nuestros dos peques primates, el pequeño de los cuales ha cumplido 19 meses y les persigue y da abrazos y una turra tremenda (y se lleva a veces algunas marcas guapas en manos y cara cuando le toca las narices a Yang o a Blanca...).

Tras una pastilla de Prednicortona cada día y tres de Clorambucilo cada dos semanas durante este tiempo, con revisiones sistemáticas cada tres meses, Yin mantiene a raya y en un estado impecable su enfermedad (apenas tiene ligeramente inflamado el íleon, algo que ocasiona un déficit en la absorción de B12 que es fácil de suplementar con alguna inyección esporádica).

De momento, la calidad de vida que tiene es espléndida: sigue haciendo todas las trastadas típicas que hacía (de hecho, ha dejado de mearse en sitios desde hace bastante tiempo), anda famélico implorando comida por todos lados (como siempre), le hemos puesto un pienso –Biome de Hills– para intentar regularle las cacas (que, probablemente por temas indirectos de la B12, tendían a ser pastosillas), jugando, y enredando en general. Ha adelgazado un par de kilos, estando ahora en los 4'300 (las gatas ya pesan tanto o más que él; Blanca hasta está empezando a disputarle el puesto de alfa de la manada).

De la quimio, prácticamente cero efectos secundarios. Muy de vez en cuando (menos de una vez al mes) a veces ha pegado una vomitada como líquida, pero es algo muy, muy raro (aquí el monopolio de los vómitos lo sigue teniendo Yang). Una vez le dimos Cerenia antes de un viaje para evitar que tuviera vómitos mientras estábamos lejos y vomitó seguidamente (y exactamente lo mismo pasó con Yang en esa ocasión). Así que mejor lo dejamos tranquilo desde entonces.

Aquí sigue Batman, vigilando como siempre, pensando en cómo puede causar más caos en nuestras vidas. A este paso esperamos que rebase con mucho la esperanza de vida media.


lunes, 1 de enero de 2018

Yin tiene un linfoma

2017 fue un año tranquilo. Nuestros peques fueron felices y se adaptaron poquito a poco a nuestra hija, que acaba de cumplir 10 meses y ya les persigue gateando. 

Pero diciembre nos golpeó con una mala noticia: tras una serie de vómitos extraños y una pérdida de peso sospechosa, llevamos a Yin al veterinario y le encontraron el intestino muy inflamado. Decidieron hacerle una biopsia, para lo que tuvieron que abrirle un poco la barriguita para poder extraerle el tejido, dado que con tanta inflamación una endoscopia no serviría de mucho. Llevaron los hallazgos al laboratorio y el día 26 nos comunicaban el diagnóstico por teléfono: linfoma alimentario. Supuestamente con buen pronóstico, pero linfoma al fin y al cabo.

El viernes 29 fuimos ya en persona y nos dijeron el tratamiento que vamos a seguir: empezamos con corticoides y seguiremos con quimioterapia en cápsulas. El linfoma es de células pequeñas, que avanza más lento, pero también es epiteliotrópico, que no tengo muy claro lo que significa más allá de que afecta a la piel y que hace que sea más agresivo. La veterinaria nos habla de una media de vida de tres años a partir del diagnóstico. 

Ahora en enero empezaremos la quimioterapia. Se le administrará cada quince días. Os iremos contando cómo reacciona y si hay efectos secundarios. También os hablaremos del coste económico del tratamiento. La biopsia ya nos ha costado más de 500 euros. Pero tener animales conlleva una serie de responsabilidades y cuidar su salud es una de ellas, así que lo que haga falta se hará.

Feliz entrada de año a todos y que lo despidamos con todos nuestros peluditos a nuestro lado.

¡Besos!

lunes, 5 de diciembre de 2016

Hasta aquí hemos llegado.

Freddie Mercury cantaba aquello de "un solo año de amor es mejor que toda una vida a solas".



En la entrada anterior hablábamos de un éxito, que al final ha resultado estar ocultando al "jefe final". Hoy despertábamos con Curro con un comportamiento errático, esta tarde descubríamos en la resonancia magnética que el tumor, que había remitido en la espina, se había diseminado por el cerebro, y apenas hace unos minutos tomábamos la durísima decisión de cerrar su historia en un punto en el que, en este último año, solo hoy estaba teniendo una malísima calidad de vida (y la mayor parte del día ha sido, afortunadamente, sedado). Las perspectivas, desgraciadamente (y siempre recuerdo con cariño las palabras de Marta, "es que solo estamos en el siglo XXI"), no eran nada halagüeñas y las estrategias posibles, muy agresivas, ni siquiera conllevaban posibilidades alentadoras.

Así pues, Curro se ha ido al otro lado del "puente del arco iris", con todo el dolor de los corazones de quienes empujábamos con todo para darle una vida (a todos ellos, GRACIAS), pero también con la paz de que, durante este último año de "vida extra" que tuvo, vivió a cuerpo de rey. Se lleva mucho amor, nos roba una parte importante de nuestros ahora desgarrados corazones, pero deja muchísimos buenos recuerdos, y nuevos conocimientos y habilidades que quizá en el futuro puedan servir para seguir ayudando a otros pequeños monstruos.

En cuanto tengamos un poco más de energías, publicaremos los reportes veterinarios completos de su aventura, en caso de que pudiera resultar útil a alguien.

Así fueron sus últimos minutos. Tranquilito, sedado para que no sintiera dolor, rodeado de un amor que se ganó a pulso porque era el gato más bueno y dulce que hemos tenido.


Te queremos, mi peque. Siempre serás nuestro Currusquín. Descansa en paz.



viernes, 25 de noviembre de 2016

Nuevo éxito

Y así como vino, se fue. La recidiva parece haber remitido también y el tumor ha desaparecido en las ecografías: donde antes se veía una considerable masa esférica rodeando la columna vertebral, ahora está todo limpito y bien. Los riñones han vuelto a su tamaño normal y el peque sigue con buen ánimo, sin molestias aparentes debidas a la quimioterapia y con un hambre lobuna. O gatuna, que para el caso es lo mismo.

No hemos hecho resonancia en esta ocasión. Tal vez sería buena idea hacerla, pero como supone un coste considerable y con la ecografía en esta ocasión parece haber sido suficiente, vamos a esperar. 

Estamos asombrados de lo rápido que ha remitido, supongo que tan rápido como surgió. Ayer el enano tomó su tercera y última pastilla de Genoxal, sigue con Interferón y con Prednisolona, y con su sesión de quimio semanal en el veterinario (con vincristina). Cada vez le gusta menos ir al veterinario, al pobre, y no es de extrañar. Se pone muy nervioso y se baba y vomita, para él es el peor momento de la semana (en realidad, el único momento malo de la semana, más bien), y lo peor es que para prevenir nuevos tumores seguiremos con la pauta semanal por tiempo indefinido. Lo bueno es que para sedarle antes le pinchaban en la columna, pero ahora han descubierto que si le pinchan en las patas no se entera (no tiene sensibilidad) y con esto la mayor fuente de molestias para el peque se ha desvanecido. Ahora es llegar, pesarle y dormirle sin que se entere del pinchazo. Un gran avance para él. Antes le dolía mucho el bendito pinchazo y era una pena, porque teniendo tantas partes insensibles infrautilizadas le estaban haciendo mucho daño. Ya no se volverá a repetir.

Vamos a probar a darle un sedante antes de su visita semanal al vete. Lo hemos probado las dos últimas veces pero se lo administramos demasiado tarde porque se nos olvidó hacerlo antes, con lo que no tuvo tiempo de hacerle efecto. A ver si la semana que viene lo recordamos con más antelación.

Y aquí sigue el enano. Dos veces ganador. Dos veces vencido el cáncer. Que volverá, lo sabemos, porque la leucemia es así de dura y no sabemos si la quimio puede prevenir del todo la proliferación de las células malignas. Pero ahí estaremos, luchando, si todo va bien.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Ya está. Lo confieso. Me cae mal mi gato.

Bien es sabido que los gatos son muy diferentes unos de otros. De cuatro que tengo ahora en casa, todos poseen personalidades muy dispares y se comportan de forma totalmente opuesta según la situación. Igual que las personas. Y del mismo modo que no todas las personas nos caen bien, no todos los gatos nos tienen por qué caer bien. Y a mí mi gato Yin me cae mal. Ya está. Sé que alguno me miraréis mal y me importa un bledo. Me cae mal y no puedo hacer nada al respecto. Ni lo voy a abandonar, ni le voy a castigar sin comer, ni le voy a encerrar en un balcón. Simplemente, me cae mal. Ya son siete años de convivencia, a veces muy difícil, y aquí seguimos lidiando con él, día sí y día también, porque hay pocos gatos que lo hagan prácticamente todo mal. Yin es uno de ellos. A su lado, los otros tres son unos benditos.

¿Qué es lo que hace que me caiga mal? Veamos:

- Entro en casa y empieza el estrés: ya está en la puerta dispuesto a escurrirse por el resquicio para salir al portal y escabullirse escaleras abajo hasta la calle.
- Monta a los otros gatos y les muerde el cuello. Y está esterilizado, pero da igual.
- Se mea en la cama, en el sofá, en las cestas de Currusquín, no apunta bien en el arenero y lo echa fuera...
- Se mete bajo las fundas de los sofás para arañarlos.
- No tapa nunca sus cacas, con lo que nos deja la casa oliendo a mierda hasta que nos damos cuenta o llegamos de fuera.
- Tira toda la arena fuera de los areneros.
- Se desvive por comer a todas horas.
- Solo es cariñoso cuando quiere comer. Si estoy manipulando la leche del desayuno, una latita o jamón york, se me pega a las piernas y me persigue por toda la casa sin dejarme respirar. Si no tengo comida, pasa olímpicamente de mí.
- Roba su comida a los demás, siempre le gusta más lo que tienen otros que lo suyo, aunque sea lo mismo. 
- Si le das de comer suficiente cantidad, come más de lo que puede, vomita y luego intenta comerse el vomitado. Y lo que vomiten los demás.
- Cuando Yang está comiendo, Yin va a olerle el culo, que sabe que no lo soporta, para que se vaya y poderse comer él lo que deje. O a veces, solo por incordiar.
- Cuando estoy dando una comida específica a uno de ellos (especialmente Currusquín, que come diferente por su enfermedad y por su delgadez) aparece ante mí antes incluso de que abra el paquete y no me deja respirar, ni a mí ni a Currusquín mientras come.
- Si él acaba de comer su latita antes que los demás y lo vigilo para que no robe nada a nadie, se echa a tres centímetros de ellos esperando a que acaben para lamer sus platos, cuando seguro que ha dejado restos en el suyo.
- No importa lo que esté haciendo. Si vas a la cocina, él va también, por si cae algo.
- Si estás cocinando, te complica el trabajo poniéndose justo donde tus pies, por si se te cae algo. El otro día se me cayó el cuchillo de carnicero y de milagro no le corté la cabeza.
- No es la primera vez que nos roba comida de nuestros propios platos. Hay que vigilarlo constantemente si ya hemos puesto algo de comer en la mesa.
- Tiene un maullido feo, pero feo.
- Si lo coges, te pone las patas en la cara para huir. Salvo que tengas comida.
- Tira al suelo cualquier cosa que haya en las estanterías a su alcance. 
- Destroza cualquier papel a su alcance.
- En la cama, con nosotros, se pone en posición trasversal y lo más estirado que puede, para que no tengas dónde meter las piernas.
- Se pone delante de ti cuando caminas por casa, como una valla en un circuito de obstáculos. Y no se aparta. No es la primera vez que casi me voy al suelo por su causa y que pataleo contra él intentando recuperar el equilibrio. Y aun así no se aparta. A veces lo comparo con Damien, de La profecía.
- Si abrimos el transportín para meter a Currusquín, que va cada poco al veterinario, tenemos que tener cuidado de que no se meta Yin antes, porque luego habrá que sacarlo volcando o sacudiendo el susodicho.
- Cuando sacamos a Currusquín del transportín tras llegar del veterinario, lo primero que hace Yin es meterse dentro a buscar algún resto de chuchería que alguien le haya dado a Currus, y que no se habrá comido por los nervios.
- Siempre nos vuelca el carro de la compra, tenemos que tenerlo encajonado en un rincón para que no lo vuelque.
- Tenemos que tener el papel higiénico en un lugar poco accesible para él porque nos lo hace pedazos. Lo mismo con el papel de cocina.
- Si pasa por encima de la mesa en la que tú estás haciendo algo, lo hace sin el menor cuidado y pisoteando lo más posible tus cosas.
- Blanca le adora y siempre va a echarse junto a él. Si él aún no está demasiado dormido, se levanta ipso facto y la deja plantada para echarse medio metro más lejos.
- Si estoy cepillando a Yang, que es la que más pelo suelta con diferencia, él viene de inmediato y se planta tan cerca de ella como puede para incomodarla y espantarla, porque sabe que Yang no soporta bien la cercanía de otros gatos. Así sabe que le cepillaré a él.
- Se mete en el cubo de la basura de plásticos a buscar restos. El de la orgánica, lo vuelca y rompe la bolsa si consigue abrirlo. Aunque la dejes un minuto en el pasillo justo antes de salir de casa, seguro que le da tiempo a clavarle las uñas.
- Mueve los recipientes del agua para beber y muchas veces los vuelca.
- Intenta saltar al armario del peque para coger su comida y como hay poco espacio se cae encima de los comederos (que están justo debajo, en el suelo) y lo esparce todo alrededor.
- Si se nos olvida cubrir el arenero del peque (les impedimos usarlo a los demás para reducir el riesgo de contagio de leucemia) le falta tiempo para usarlo y echar toda la arena fuera. (Actualización: foto de hoy mismo ejemplificando lo dicho).

- Si hay una ventana con un resquicio abierto por el que quepa, le falta tiempo para intentar salir al alféizar en la única ventana en la que no tenemos red.
- Como dejemos dos minutos en el suelo, sin vigilancia, la Balance Board de la Wii, nos araña entera su funda de silicona.
- Araña las sillas de piel estirándose sobre el respaldo.
- Araña la funda de piel del piano, despertándonos de madrugada en innumerables ocasiones.
- Últimamente ya menos, pero antes se pasaba las noches maullando y nos despertaba cada hora, hasta llegar a temer quedarme embarazada por si mi bebé no pudiera dormir.
- Ahora que ya estoy embarazada, es el único del que temo que se mee encima del bebé o le pisotee corriendo por encima de él (ella, en este caso).
- Si abrimos un armario de la cocina, le falta tiempo para meterse dentro y no es la primera vez que cerramos sin darnos cuenta de que se queda ahí.
- Como se meta en el armario de la ropa, no le basta con hacer lo que hacen los demás de dormir encima de la ropa: él te lo descoloca todo y lo deja patas arriba.
- Si tenemos que usar una cuerda para atar alguna cosa, podemos tener por seguro que la morderá día tras día hasta que la destroce.
- Si le decimos que no haga algo, no pasan ni diez segundos para que lo intente repetir, a sabiendas de que te enfadará.
- Si hay algo que sabe que nos puede molestar, lo hará. Es como la ley de Murphy, pero en gato maligno.

¡Y seguro que se me quedan cosas! Vivir con él es un estrés continuo. Al principio muchas de las cosas me parecías minucias, pero la acumulación de ellas, año tras año, me empieza a producir mucho estrés. Menos mal que, al menos, duerme como los demás bastantes horas al día y me deja en paz. Pero en serio que a veces lo llevo mal y saca lo peor de mí. Y cuando llegue la bebé a ver qué me arma. Ya estoy temblando.

Paciencia, que falta me hace. ¿Alguno de vosotros quiere un gato malo, pero malo? Lo regalo con lacito y todo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Recidiva

Houston, tenemos un nuevo tumor en la misma zona. Esta vez no se limita al interior de la espina dorsal; ahora ha salido por fuera y es palpable al tacto. Son tres centímetros de diámetro que han crecido en un tiempo indeterminado. La última resonancia se le hizo hace seis meses y no estaba. Es todo lo que sabemos. Ayer le hicieron un nuevo examen general en la clínica Gattos y lo encontraron. Además, el tamaño de los riñones del peque es anormalmente grande, lo que le induce a pensar a la veterinaria que también están afectados.

No nos engañamos: era de esperar. Quizá no tan pronto, contábamos con tener un período de tranquilidad antes de tener que volver a la lucha. Más que nada por él. Porque se lo merece. Es un pequeño campeón que no se queja nunca, no importa si le damos pastillas, Interferón con jeringa, le vaciamos la vejiga o le rehabilitamos estas patitas escuálidas que tiene. Es tan bueno que merecía un descanso.

Pero ya sabemos cómo es la vida, que te lleva por delante si no espabilas, y eso hemos hecho: espabilar. De inmediato hemos empezado el tratamiento desde el principio: Vincristina una vez por semana (en vez de una vez al mes, como ya era últimamente), Genoxal (una pastilla cada tres semanas), Prednisolona (de momento a diario y luego cada dos días) y algo llamado Arabinósido de citosina que le obligará a permanecer en la clínica todo el día de hoy y el de mañana.

Él, como no se entera de nada, sigue feliz comiendo latas de atún y de lo que se tercie, aparte de su pienso habitual, que no debe de estar nada mal porque todos nuestros gatos se lo quieren robar, muchas veces con éxito. Está lleno de vida y es eso lo que nos tiene que mantener optimistas. Sabemos que las recidivas suelen ser muy peleonas, mucho más difíciles de erradicar que el tumor original, pero no nos vamos a rendir antes de tiempo. Vamos a presentar batalla, y que sea lo que tenga que ser. Mientras tanto, disfrutaremos de la dulzura de este pequeñín, que le rebosa por cada poro.



domingo, 25 de septiembre de 2016

La vida en la calle

Curro era parte de una camada de cinco cachorritos que tenían la suerte de que una persona concienciada permitía vivir en un patio de su comunidad. Cuando éste salía a alimentarles, acudían en manada. Precisamente por esto fue que se dio cuenta, un buen día, de que Curro se iba quedando atrás con respecto al resto, arrastrando cada vez más los cuartos traseros. En un principió, su cuidador pensó que habría recibido algún golpe con la puerta deslizante del garaje (todos sabemos cómo son estos bichos, siempre esperando al último segundo para pasar al otro lado). Pero en cuanto poco después Curro dejó de ir a comer, enseguida se tomó la decisión de llevarlo al veterinario y averiguar qué le estaba pasando. El resto de la historia ya la sabéis; al principio pintaba todo tremendamente mal.

La historia de esta camada no termina aquí, empero. Algunos de sus hermanitos fueron desapareciendo del grupo poco a poco y, al final, en el recinto sólo quedaba el último de ellos, Husky, esta preciosidad:



Como podéis ver, Husky estaba aparentemente sano y muy ágil (en la foto aparece en lo alto de una palmera, a varios metros sobre el suelo, donde subió para perseguir algún pajarillo). Pero a la historia le dio por repetirse. Hace unas pocas semanas, Husky aparecía con una respiración dificultosa y había perdido el apetito. Empezó a adelgazar con una rapidez pasmosa, y cuando su cuidador me pidió ayuda para intentar capturarlo para llevarlo al veterinario, presentaba este aspecto:


Agotado como parecía, aún tuvo algunas fuerzas para salir corriendo a cambiar de lugar cuando intentamos cogerlo. Finalmente, cuando lo teníamos cercado en el mismo depósito donde en su momento se resguardó Curro antes de que lo atraparan (un lugar hueco y oscuro pero sin escape posible), descubrimos con tristeza que su cuerpo no había aguantado más y aquélla había sido su última carrera. Difícilmente se me borrará de la memoria esa mirada, tan parecida a la de Curro, y esos mismos ojos ya sin vida apenas minutos después. Con todo el dolor, llevamos al pequeño al veterinario, quien sólo pudo certificar su muerte. Por lo que nos comentaron, dado que Curro tiene leucemia desde muy pequeño, era bastante probable que le hubiera venido por vía materna y que el resto de sus hermanos también la sufrieran, teniendo Husky un deterioro rápido al atacarle la misma a la parte respiratoria. Esta vez llegamos tarde.

No dejo de pensar que la vida no está carente de cierta ironía y, cuando estábamos seguros de que el pequeño Curro iba a irse al otro barrio en poco tiempo, resulta que con las atenciones médicas pertinentes al final ha sido el único de su camada que ha salido adelante. Muchos piensan que estos pequeños se las arreglan bien en la calle. Lo cierto es que, salvo para algunos pocos bien adaptados, la calle es una despiadada trituradora de animales...

Si alguna vez os encontráis con un callejerito que empieza a presentar un empeoramiento, por leve que sea, no lo dudéis y llevadlo al veterinario antes de que empiece a dejar de comer. Quizá lleguéis a tiempo.

Currusquín, viento en popa

Como os adelanté en el post anterior, Currusquín está estupendo. Una vez desaparecido el tumor, el peligro inminente ya ha pasado y solo queda esperar que no desarrolle nuevos tumores que no podamos controlar con la quimio. 

Las neurólogas están muy sorprendidas por la completa remisión del tumor, la quimio ha funcionado de maravilla y no ha quedado ni rastro (la pauta ha sido de 0.5mg/m2 de Vincristina, IV:0.11ml IV, o eso dicen los informes). Por lo que cuentan, no han visto ningún caso parecido. La razón por la que no hay más casos conocidos puede ser tan sencilla como que el tratamiento es muy caro. Cada sesión de quimioterapia con consulta incluída puede llegar a los 200€. Las resonancias magnéticas (hemos hecho dos) son 600€ cada una. El Interferón y la Prednisolona, que son los tratamientos diarios, no son caros pero todo suma. Ahora que las sesiones de quimioterapia son una vez al mes aún es sostenible, pero ¿quién puede costear un tratamiento semanal de quimioterapia? No es difícil imaginar por qué no hay demasiados casos de curación. Incluso tratándose de una persona y no de un gato, el esfuerzo económico podría ser demasiado para la mayoría de las familias. ¿Cúantas de estas familias harían este esfuerzo por un gato que, además, tiene una esperanza de vida muy corta por su condición de leucémico? Y no ayuda, precisamente, el IVA por las nubes al que está sujeto el tratamiento veterinario. Nosotros somos casa de acogida de Currusquín y solo nos hemos hecho cargo del gasto de las dos resonancias y tratamiento diario con fármacos, pero a menudo me pregunto si podría costear un tratamiento similar si uno de mis tres gatos sufriese esta enfermedad. Miedo me da la respuesta, y más considerando que los tengo expuestos a la leucemia todos los días desde que Currusquín está en casa, por más vacunados que estén.

En definitiva, cabe señalar que el linfoma espinal provocado por leucemia es curable con quimioterapia. Que uno se lo pueda permitir ya es otra historia, y no se puede juzgar a nadie que decida no hacerlo. Muchas cosas tienen que cambiar en el mundo para que nuestros animales puedan recibir sin restricciones el tratamiento que necesitan.

El estado de las patitas del peque no ha cambiado. Sigue pudiendo mover el muslo derecho un poquito, pero nada reseñable. El resto de la pata derecha y la pata izquierda completa las tiene insensibles y anquilosadas, pese a que le hacemos un ratito de rehabilitación todos los días. La paraplejia provocada por el linfoma no es reversible, lamentablemente.

Currusquín también ha pasado por una infección de orina. He de vaciarle la vejiga tres veces al día, y durante unos días en que estaba más apretada de tiempo solo lo hice dos. Consecuencia: infección de orina y tratamiento con antibióticos. Ello conllevó diarrea, con la que bregamos como pudimos, porque Currusquín no controla sus esfínteres y ya os podéis imaginar cómo nos dejaba la casa y su propio cuerpecito. Nos tocaba bañarlo casi a diario y comenzamos tratamiento con Da Forte, un probiótico que tenía como misión detener la diarrea. Funcionó a medias. La diarrea solo desapareció del todo cuando suspendimos el tratamiento con el antibiótico a los 21 días, como estaba prescrito.

Por si todo esto fuera poco, en la clínica Gattos, que es donde lo tratan, nos sugirieron darle sesiones de láser para estimular los músculos de sus patitas y lograr recuperar algo de masa muscular. Primero eran dos veces por semana (20€ la sesión) y posteriormente se redujo a una vez por semana. La última vez, el peque dijo basta y se enfadó con las veterinarias. A punto estuvo de morder a una de ellas. Creo que el pobre empieza a estar un poquito harto de tanto manoseo. Hemos convenido con las veterinarias en suspender las sesiones de láser. La mejoría que vemos tras diecinueve sesiones es mínima e insustancial, no aporta nada al peque, o al menos, nada evidente. Solo mucho estrés por tener que ir tan a menudo al veterinario. Creemos que necesita descansar, y ahora que solo tiene que ir una vez al mes a quimio, creo que ha llegado el momento de otorgarle ese descanso.

Así que ahora, ya sin linfoma (y que dure), ya sin láser, ya sin diarrea, el peque anda feliz por casa arrastrando sus patitas de un lado a otro, escalando al rascador y al sofá, durmiendo en la cama con nosotros y con los demás gatos y pidiendo latita el primero cada noche. Ahora es un gato feliz, con vida gatuna de cestitas, calorcito al sol, comida rica y compañía gatuna. Eso es todo lo que pide, el pobre. Como extra tiene nuestros mimos, que no los pide activamente pero los disfruta con ronroneos de camión.

Lo que depare el futuro... Esa ya es otra historia, a la que nos enfrentaremos llegado el momento.

Aquí algunas fotitos recientes:

"Il dolce far niente". En un hotel de Bilbao hace dos semanas.

Vaya par de dos.

"Te juro que estaba así cuando llegué".